La magia de tener ganas de volver a los
sitios en los que una nunca ha estado… O quizás fuera la maldita amnesia que me
estaba jugando otra de sus malas pasadas una vez más. El caso es que, por muy
raro que pudiese parecer, hacía mucho tiempo que quería volver a aquel lugar a
pesar de no haberlo pisado nunca antes. En aquella habitación todo era silencio
(ya se sabe que el deseo siempre es hacia dentro), la ciudad también callaba,
aunque me atrevería a decir que no por las mismas razones que nosotros, y al
fondo estaba la luz, tibia y anaranjada. Me gustaba como, con tus manos
desconocidas, ibas cubriendo poco a poco y con sumo cuidado mi desnudez; sin
darte cuenta dejabas huellas imperceptibles, casi invisibles para marcar el
camino de vuelta a empezar, que seguías religiosamente una y otra vez con unas
manos cada vez menos extrañas. Tanto ir y venir chocaste sin querer con el
punto de no retorno y ahora no me paro de preguntar: ¿Es magia tener ganas de
volver a sitios en los que una ya ha estado?