divendres, 25 d’octubre del 2013

El mejor viaje de mi vida

"El mejor viaje de tu vida"
Pero, ¿a qué basura de cursillo de escritura creativa te has apuntado? Esa misma pregunta me rondaba la cabeza constantemente desde el primer momento en que puse un pie en esa clase. Semana a semana, cada vez que leía los temas de las redacciones, cada vez que escuchaba los relatos de mis compañeros o simplemente me detenía por unos segundos a analizar a estos individuos en cuestión, me prometía a mí mismo que bajo ninguna circunstancia volvería a pasarme por allí ni una vez más. Sin embargo, algo me llevaba a ese lugar cada martes y jueves por la tarde: supongo que no tenía nada mejor que hacer con mi vida a esas horas o puede que fuera también por la morena que se sentaba siempre en primera fila. No, en realidad no era nada de eso. La verdad es que después de muchísimo tiempo había encontrado un motivo para volver a escribir. Me duele, aún a día de hoy, admitir que lo que me empujaba a escribir en aquellos días era un cursillo de mierda organizado por la asociación de vecinos de mi barrio, sin embargo, viéndolo ahora desde la distancia podríamos decir que ese "cursillo de mierda" me salvó la vida.
Hacía demasiados meses que no cogía un papel y un boli, nada rondaba mi cabeza, o al menos, nada que valiera la pena ser escrito. Fue una época difícil, los días eran raros, la desidia era ya rutinaria y el estado de dejadez en el que estaba sumido empezaba a ser preocupante hasta para mí. Las cosas no podían seguir así y sólo se me ocurrían dos cosas que podían poner remedio a la situación: la literatura y tú. 
Por causas evidentes, ya hacía tiempo que había renunciado a ti como posible salvación, así que sólo me quedaba volver a escribir. Por casualidad se cruzó en mi camino un anuncio del dichoso cursillo de escritura creativa, así qué pensé Bueno, ¿y por qué no? y me apunté y aunque era una mierda — ¿qué clase de creatividad iba a desarrollar con redacciones tituladas "El mejor viaje de tu vida"? , mantenía ocupada la mente varias horas al día y era una buena excusa para salir de casa un par de tardes por semana.  
Sólo con leer el tema de la redacción ya estaba seguro de cómo iba a ser la siguiente sesión, llena de anécdotas acontecidas en las típicas destinaciones turísticas de todo el mundo. Dios... ¿Y yo? ¿Qué coño podía contar yo? Mis vacaciones de verano con mis padres al pueblo quedaban totalmente descartadas, el viaje de fin de curso del 98 distaba mucho de ser el mejor viaje de mi vida, por mucho que hubiera perdido la virginidad en él, y alguno de los que hicimos juntos... Mejor que tampoco.
Entonces empecé a darle vueltas al tema, muchas vueltas, empecé a pensar muchísimo y a pensar en ti. Los recuerdos me venían a la cabeza casi sin quererlo, a veces enteros, a veces a pedazos, otras más nítidos y una buena parte de ellos aparecían más bien difusos... 
Las primeras tardes de domingo, besos en tu ascensor, parques desnudos de madrugada (como tú en mi cama cada mañana de aquel invierno), recorridos por tu columna vertebral, tu piel enrojecida al sol, siluetas desnudas a contraluz en verano, bañeras a medio llenar porque el agua se nos desbordaba de tanto amor, canciones que, sin avisar, nos mentían sobre un futuro irreal del que nos adueñábamos, caricias inflamables, silencios que nos dejaron sordos, miradas fuera de servicio, preguntas largas (a veces con respuesta, muchas otras sin ella), y el tiempo que se escapaba a toda prisa.
Hacía tiempo que no me atrevía a recordarte. A veces recogía el valor suficiente para hacerlo, pero entonces una voz en mi interior me repetía una y otra vez que no, que no me podía permitir pensar en ti ni una milésima de segundo. Sin embargo, fue entonces, al empezar a darle vueltas al tema de la redacción, muchas vueltas, al empezar a pensar muchísimo y a pensar en ti, cuando me di cuenta. Ya sabía cuál era el mejor viaje de mi vida, y a pesar de no saber si eso era bueno o malo, no pude evitar sonreír... Porque el mejor viaje de mi vida habías sido tú.