dimarts, 21 de desembre del 2010

Karl

Karl apagó el despertador, se levantó, se dió una ducha, se metió dentro de su traje y bebió un café rápidamente. Salió de casa atolondrado para ir al trabajo. Llegó, se sentó en su cubículo, dónde permanecería las siguientes 6 horas. Karl se paró a pensar en qué había convertido su vida, ahora era un hombre serio, con problemas serios, con dinero serio y con una casa y un coche serios.
Nunca había querido ser así, es más, era justo el tipo de persona que siempre había odiado. Cuando tenía 6 años anunció que sería estrella del rock, produciendo en sus padres una tierna sonrisa y una guitarra como regalo de navidad. A los 14 seguía soñando con subirse a un escenario, así que su padre a regañadientes, le pagó las clases de guitarra. A los 18, justo cuando iba a matricularse en el conservatorio de música, su padre murió dejando como herencia una larga retahila de deudas, así que tuvo que dejar de estudiar. Se puso a trabajar en el supermercado del barrio para poder mantener a su madre, y a él mismo claro. Continuaba tocando la guitarra, pero su madre lo "convenció" (vendiendo su guitarra) de que eso no servía de nada. Consiguió sacarse el título de administrativo por correspondencia, y así empezó a trabajar en una oficina. Ahora todavía tenía ese trabajo, pero ya no tenía ni a su madre, ni a su guitarra, ni a sus sueños.
Se supone que debería romper con todo, comprarse una guitarra y conseguir todo aquello que se había propuesto con 6 años. Pero él no era así, era demasiado cobarde para abandonar la seguridad que le proporcionaba su monótona vida y cambiarla por el sueño de su niñez. Pero... ¿y si saliera bien? Aunque no fuera una gran estrella, podría estudiar aquello que realmente le apasionaba, se trataba empezar de cero con la vida que siempre había querido vivir. Así que Karl se dirigió cargado de esperanzas y optimismo al despacho de su jefe. Llamó a la puerta y entró. El jefe sin levantar la vista de sus amontonados papeles le dijo:
- ¿Karl tienes todos los informes listos ya?
Karl, quedandose paralizado durante unos breves instantes, asintió levemente, y sin poder articular palabra dio media vuelta. Se dirigió de nuevo a su cubículo, dónde permanecería las siguientes 6 horas, los siguientes 6 meses, los siguientes 6 años...