dimecres, 31 de juliol del 2013

"La felicidad de hundir la boca entre unas piernas. Las tuyas."

Cuando Clara lo miraba desde el otro extremo de la mesa con su sonrisa torcida, Jaime ya sabía cómo acabaría la noche. Ella empezaba a mirarlo de reojo sin dejar de sonreír hasta que acababan de cenar; entonces podrían escabullirse a escondidas (siempre debía ser a escondidas) a su habitación. A Jaime las cenas así se le hacían eternas, intentaba distraerse mirando el plato que tenía delante de sus narices o probaba a inmiscuirse en cualquiera que fuera el tema de conversación de la noche, pero era imposible, sólo podía pensar en hundir su boca entre las piernas de Clara y en sus jadeos entrecortados. Clara lo sabía, y por eso sonreía.
Subir las escaleras y entrar en silencio al cuarto de ella no hacía más que aumentar la desesperación de Jaime que, histérico, hacía señas en silencio a Clara para que se diera prisa en entrar. Después todo era dejarse llevar. 
Antes de que él pudiera reprocharle lo mucho que había tardado en cerrar la puerta, sus labios ya se habían encontrado y la ropa ya estaba a punto de caer al suelo. Jaime se dejaba llevar y Clara se dejaba hacer. A Clara le encantaba hacer el amor con Jaime, le gustaba tanto sentir el contacto de sus manos sobre su piel desnuda... Tanto, que muchas veces era incapaz de reprimir leves grititos; entonces Jaime se ponía nervioso porque nadie debía escucharlos, pero en el fondo esos grititos entrecortados, silenciados por sus propios labios con un beso largo y húmedo, le encantaban, eran la prueba de que Clara disfrutaba haciendo el amor con él. Ella era incapaz de disimular, y él, solamente mirándola a los ojos (tanto si los tenía abiertos como si los cerraba) ya podía intuir cuánto estaba disfrutando. Cuando Clara creía que iba a estallar de placer, Jaime adivinaba sus pensamientos y entonces, al fin, después haber estado deseándolo durante toda la noche, él buscaba con su boca lo que de verdad deseaba probar. 



La felicidad para Jaime era eso: hundir la boca entre las piernas de Clara una noche cualquiera de verano.

dilluns, 8 de juliol del 2013

Fred.

El fred que et colpeja inesperadament la cara cada matí d'hivern en sortir de casa; o eixe fred humit que s'empenya en no desaparéixer fàcilment, i que malgrat l'abric roig i les quatre capes de llana que portes baix, se't cala fins els ossos; o aquell tan molest que s'esmuny per sota l'esquena quan la samarreta se t'aixeca; o el fred que xiuxiueja quan hi ha una finestra o una porta mal tancada i gela l'habitació sencera; però sense cap dubte, el fred més difícil de suportar de tots és eixe que em deixares a l'estòmac quan una vesprada qualsevol d'estiu marxares sense avisar.



He aprés que el dia més calorós d'agost es pot patir molt de fred, ara solament em queda aprendre a combatir-lo.