Su rostro enrojece tímidamente al contacto con su piel. El cruce de miradas le anuda el estómago de tal manera que las mariposas que en él revoloteaban se ven obligadas a huir de allí. Sus labios se encuentran, furtivos, como dos amantes que han estado separados por una larga distancia durante un largo tiempo. Y entonces ella se acuerda del día en que sus vidas chocaron la una con la otra, así, de frente, sin avisar... ¡Bum!