Al mimso tiempo, al otro lado de la ciudad, una joven de cabellos rubios sentada frente al mar apuraba las últimas caladas de un cigarro que hubiera deseado que fuera eterno.
Eran almas desconocidas. Puede que en alguna ocasión se cruzarán por alguna calle, o compartieran incluso vagón en el metro, pero continuaban siendo extraños el uno para el otro. Aún así tenían más en común de lo que jamás hubieran imaginado.
