Hay veces en las que me atrevo a volver a escuchar la canción prohibida.
2 minutos y 14 segundos de viaje de ida y vuelta a una primavera suficientemente cercana y que, a la vez, queda demasiado lejos como para poder llegar a recuperar algo de aquellos días.
Aunque no muy a menudo, recojo el valor para volver a escuchar la canción prohibida. Poco más de dos minutos en los que todo se me revuelve: el estómago, la memoria, y sobre todo, la realidad.
Hay veces en las que me atrevo a volver.
Y aquí estoy.